martes, 28 de diciembre de 2010

Dos rollos de cansancio



Soy débil ante la creación divina de un cuerpo diminuto.
Me golpeo la cabeza, imposible, sólo muestra dos rollos de cansancio, se ríe.
El sexo deseado lo exhibe, no le importa nada, me desintegro, lo veo, me babeo, alboroto rincones
Soy débil, no puedo hacer boca sorda a sus repliegues almibarados.
Menstruo oro, defeco obscenidades todas juntitas con intención de muerte, imposible sólo muestra dos rollos de cansancio.
Abrazar su doctrina sibilina sería cortarle los picos a las montañas, crujen las ramas.
Suena Miles Davis, tengo la vagina vinosa, pastosa.
Hombre de sombrero lejos estas de mi piel, proximidad!
Plegarias inoportunas, deseos de sal, sábanas sin gemidos espirituales, sublevados, vacuos espacios, velas golpeando rostros transpirados después del pecado de tus demonios azules.
¿Cómo es la suavidad que te cobija?
Réplicas en estos senos impacientes de flujos naranjados, manzanados, mandarinados, tantos niveles. Lugares cristalizados por lo perverso de los acordes.
Me duelen los pezones, Lisistrata los cura mientras intenta convencerme de los beneficios que tare la abstinencia, ellos seguirán esperando, sin aplacarse, por siglos enteros, derrumbes.
No me crecen las uñas de tanta necesidad.
Los pelos piedra de no pelear en la dureza de un cajón peruano.
Saben que conocen el final de la botella vacía, el final de los desiertos, el colmado perchero, el vaso de metal oxidado por labios añejos, las bolsas resguardando valla a saber que frustraciones.
Decime sí.
Decime sí, yo tambien.
Leamos Kartun, riámonos con Chau Misterix, exitémonos con la Madonnita, burlemos la paralítica de Urdapilleta, burlemos al poetizo Brie, cortemos las barbas de Barba mi pequeño sombrero indiferente a mis sentires.
Me late el ojo izquierdo mientras dormís tan cierto, tan mentira.
Sigue el latido de los dos, vale decir, mi corazón y el ojo.
Vele decir, tu adefesio y el mío.
Vale decir, me hago cenizas.
Vale decir, fuego sin cruz ardiendo en mares de fondo.
Vale decir, dos rollos de cansancio.
Ser alado, andate pero no vuelvas, a mis sueños, a mis huelgas, a mis clases, mis frazadas, mis indigestiones de harinas bolivianas, no vuelvas, no veas mi cuerpo hecho germen, moho, de tanto esperar lo utópico, las babas calientes de esos finos labios, tan blandos, tan relucientes, tan llenos de sésamo, tan llenos ya, tan tarde para nada.
Soy una mujer, una mujer con N y mucho más que dos rollos de cansancio.

Narigada de noche


Su nariz es una puerta abierta a la miseria.
Su nariz es una escalera hacia el costado más
bochornoso de la infidelidad, es una escalera
hacia lo sombrío,
hacia los agujeros del desierto,
hacia los bellos prohibidos.
Su nariz es antigua y hermosa,
tiene higiénicas cualidades fatalistas.
Su nariz esta perfectamente moldeada a mano,
tiene rulos, música intensa, claridad.
Su nariz me dilata, me destroza.
Su nariz es una escalera hacia el egoísmo,
hacia el defecto,
hacia la derrota.
Su nariz es singular.

Mórbido



Devorando los vestigios de un pollo,
chupándose los dedos,
apoderándose de un placer repugnante.
Su nariz, grande, deformada, disfrutaba la fragancia cocida.
Sabia bien, que en ese momento (aunque después siguiera
el infierno conformista de su cotidianeidad),  tenía
la plenitud del sabor, la punta de la mesa, los dedos bien puestos.
La familia, el mundo, caían a su alrededor,
ya estaba consumido por no dejar ni la sombra de ese animal.
El ruido de su gula lo excitaba,
el sexo erecto también lamia los restos.
Observé cómo su vida se reducía a esa explotación de gusto
y lo odié,
lo odié tanto que apagué la luz.